El ajo (allium sativum), originario de Asia Central, es una planta liliácea. Aunque se ha utilizado desde el Antiguo Egipto por sus propiedades medicinales, es principalmente en el siglo XX cuando se realizan estudios sobre las virtudes de este bulbo. Las investigaciones han demostrado que el ajo es un antibiótico natural, gracias a la alicina y al ajoene. dos compuestos azufrados, de gran actividad antimicótica.
Además de ser muy efectivo contra las infecciones, posee una conocida acción vasodilatadora, y ayuda a regular los niveles de colesterol sanguíneo y la tensión arterial. De modo que, sin lugar a dudas, el ajo mejora la salud de nuestro corazón. Para poder disfrutar de todas sus virtudes es necesario tomarlo crudo, cosa a veces no muy agradable, pues además del mal aliento, puede producir problemas gástricos. En ese caso, podemos recurrir a los preparados comerciales (perlas, comprimidos o cápsulas de ajo).
En la cocina es el condimento ideal que combina a la perfección con todos los alimentos típicos de la dieta mediterránea: aceite oliva, verduras, legumbres… Podemos utilizarlo tanto fresco (ajos tiernos), como en bulbo (de sabor más intenso y picante). Puede usarse junto a la cebolla y otras hortalizas como base de salsas, guisos, sopas o sofritos.
El aceite de oliva con sabor a ajo es un excelente aderezo para nuestras ensaladas de primavera. Para obtener este rico aceite basta con dejar en maceración unos dientes pelados en el recipiente donde guardamos el aceite de oliva.
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